Sunday 23 November 2014

Actividad: El gigante y el sastre

A continuación tienes una historia dividida en tres partes. Las tres partes están desordenadas. Léelas atentamente y ordénalas de manera que la historia tenga sentido:




Y el sastre escupió en el suelo, justamente delante del gigante. "Madre mía, qué atrevido -pensó el gigante-. Como le pillen..." A continuación, el sastre manchó el cristal con su sucia mano. "Huy, huy, huy -pensó el gigante-. Yo no me hubiera atrevido. Este es mas valiente que la policía". Entonces, el sastre sacó un cigarrillo del bolsillo, lo encendió y echó el humo directamente a la cara del gigante.
El gigante empezó a toser, miró de reojo al sastre y se encogió de hombros. "En fin -pensó-. Que no le pase nada. Hace falta tener mucho valor para cometer tantas infracciones a la vez. Le pueden caer tranquilamente tres meses de cárcel". ¿Y que más hizo el sastre? Pues, en lugar de apagar la colilla del cigarro, se la metió al gigante en el bolsillo izquierdo de arriba de la chaqueta, donde se suele llevar un pañuelo de adorno.






En seguida empezó a arder y a echar humo y a oler mal y, por si fuera poco, el sastre se puso a molestar al gigante: - ¡Eh, oiga usted!-dijo-¡Esto es el colmo! ¡Anda por ahí echando humo y apestando! ¡Me pienso quejar, ya lo creo que sí! El gigante, a pesar de ser un gigante fuerte, era también un poco ingenuo; así es que pensó: "Si se comporta así, no será un vulgar pelagatos." Y tenía ganas de librarse del sastre. En esto llegó el revisor. Como el sastre no llevaba billete, el revisor lo echó. Entonces, el gigante se alegró y vio por la ventanilla cómo el fresco del sastre corría detrás del tranvía.




Érase una vez un sastre débil como un gusano y, al mismo tiempo, muy fanfarrón. En todas partes se daba pisto, se jactaba de su fuerza y decía que les podía a todos. Una vez, yendo en el tranvía, vio a un gigante sentado. Era un gigante gordo y fuerte, con músculos como repollos y una cabeza como un barril de cerveza. El trasero le ocupaba tres asientos.
"Ahora verá" -pensó el sastre, colocándose a su lado. En el tranvía todo estaba prohibido; por todas partes colgaban letreros que decían:
- Prohibido escupir en el suelo.
- Prohibido ensuciar los cristales.
- Prohibido fumar.
- Prohibido molestar a los pasajeros.


Imagen de DisneyWiki
Comprueba que has ordenado correctamente las tres partes en este enlace.


Ahora contesta verdadero (V) o falso (F) a las siguientes preguntas:

  1. El gigante ocupaba cinco asientos.
  2. El sastre era muy fanfarrón.
  3. El sastre tenía músculos como repollos.
  4. En el tranvia estaba prohibido ensuciar los cristales
  5. El sastre escupió en el suelo.
  6. El gigante se fumó un cigarrillo.
  7. El gigante no llevaba billete.
  8. El revisor echó al sastre del tranvía.


Finalmente, ¿crees que el sastre actuó de manera inteligente? ¿por qué?



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Webgrafía:

Rinconmaestro.es (sin fecha)El gigante y el sastre. Recuperado el 23 de noviembre de 2014 de: http://www.rinconmaestro.es/lengua/actividades/actividades479.pdf



Leer, comprender y aprender

En el capítulo “Leer, comprender y aprender” del libro “Estrategias de lectura”, Isabel Solé, expone las relaciones que se establecen entre leer, comprender y aprender. De este modo, nos explica cómo podemos aprender a través de la lectura.

En primer lugar, para poder comprender el texto que leemos, debemos ser lectores activos y proporcionar significado al contenido. Esto lo haremos mediante una construcción personal en la que deberemos asociar nuestros conocimientos previos con los nuevos.

Por otro lado, las estrategias que utilicemos y el nivel de exigencia en la comprensión de un texto  también dependerán de los objetivos que perseguimos y de la motivación que nos despierte su lectura. De este modo, no leemos de la misma manera si lo hacemos por placer, buscando una determinada información, para realizar una investigación o si simplemente estamos hojeando un libro.

En el ámbito de la enseñanza es interesante que los niños y niñas aprendan a leer con diferentes propósitos para lograr fines diversos. Así, pueden activar las diferentes estrategias lectoras y descubrir que la lectura puede ser ventajosa para muchas cosas.

Como comenta la autora, para que una persona pueda implicarse en una lectura, debe encontrarle sentido a ésta, debe ser motivadora. Además, es imprescindible que la persona se vea capaz de leer y comprender el texto,  ya sea con o sin ayuda.
Estoy de acuerdo con que esto implica saber seleccionar bien los textos en el aula, tanto a nivel de temática como de dificultad, para que los alumnos se sientan cómodos e implicados en la lectura. Del mismo modo, también es muy importante conocer el objetivo por el que se lee cada texto.

Una vez superada la comprensión lectora, nos adentramos en el aprendizaje significativo. Aprender significativamente implica interiorizar los nuevos conocimientos, de manera que queden relacionados e integrados con nuestros conocimientos previos. Este aprendizaje puede darse después de la lectura y comprensión de un texto nuevo que nos aporta nueva información. Evidentemente, esto requiere una actividad mental constructiva muy intensa, pero muy satisfactoria.

Como conclusión, comparto la opinión de Solé cuando afirma que si enseñamos a un alumno a leer comprensivamente y a aprender a partir de la lectura, le estamos enseñando a aprender a aprender. Así, le abrimos la posibilidad a aprender de forma autónoma en numerosas situaciones, a asimilar y relacionar la complejidad de contextos con los que se encontrarán a lo largo de su vida.





Bibliografía:
SOLÉ, I.  Estrategias de lectura. Grao. Barcelona. 1998